Aunque la Unidad Terapéutica y Educativa es hoy una realidad consolidada, constituyendo incluso una referencia en el ámbito penitenciario español, los comienzos fueron difíciles. En el año 1992, en la antigua prisión de Oviedo, el educador Faustino García Zapico y la trabajadora social Begoña Longoria González comenzaron, junto con un pequeño grupo de internos, a intervenir para cambiar una realidad hostil dominada por la toxicomanía y la subcultura carcelaria.